CUANDO JUAN SE DESINFLO
Me lo cuenta mi amigo Juan
Funcionario de una administración local.
Él tonteaba con una compañera
A la que quería de veras.
Todos los días, para él, eran festivos
Pues su santo y seña se le salía de la bragueta.
Un día de gran valor, día de abril
Debajo de la mesa de trabajo
(Ellos estaban muy juntitos los dos)
Con su pene erecto le hizo un corte en el vestido
Pero ella, Adela le dijo a las claras:
-No pienses que te la voy a menear.
Él se levantó con pene de pena
Marchando al lavabo para correrse.
Una vez hubo terminado
Abrió la taquilla de Adela.
Hurgándole el bolso, cogió su billetera
Guardándose una foto de ella
No sin antes besarla, diciéndole:
-El amor de los hombres no es cobarde
Y mañana te prometo que se mi cierras la braga
Me correré sobre el teclado de tu ordenador.
Pasó el día y vino el día siguiente
Ella venía guapa, pero yo más.
Nos sentamos a trabajar; yo, a trabajarla.
Listo y largo en su postura
Mi pene quería servirle como cicerone
En su sierra morena o Monte de Venus.
Ella se puso a hacer su trabajo en el ordenador
Yo me puse a ponerle en su vestido perlas blancas
Que me hubiera gustado que cayeran
Contra la campanilla de su garganta.
Ella se dejó hacer hasta que terminé yo
Preguntándome que quién se ha muerto
Respondiéndole yo, desinflado:
-Es mi cariño por ti que ya se ha muerto
Que estaba junto a tus muslos sin pasar adentro.
Entonces, de repente
Yo no sé si por arte de gracia erótica
Mi pene se puso bien erecto.
Yo saqué su foto y la besé; ella viéndome.
A los dos o tres golpes contra la foto
La atravesé
Comenzando a eyacular como un Asno.
¡Casi la dejo muerta¡
Con la intención de sobrevivir en su erotismo femenino
Ella comenzó a recoger los restos de esperma
Diciendo:
-Estos restos no son para la tierra
Que son para mi boca
Sacando la lengua y comenzando a chupar y chupar
Tragar y tragar, exclamando:
¡Qué ricos que están¡ –Daniel de Culla
TIZONA
El viejo prostático sale del “Centro de Día Juan de Padilla”, en Burgos, por la parte trasera que da a la calle Batalla de Villalar, encaminándose hacía la Avenida de Cantabria. Viene caminando, y portando en su mano derecha una Tizona o Tientaguja negra como un tizón o picha amedio quemar, parecida a esa barra de hierro terminada en punta pelleja que sirve para explorar la calidad del terreno carnal en que ha de meterse. Viene orinando el muy cerdo. ¡Y todavía tiene fuerza en su micción¡ pues camina sin parar, como se hace cuando se anda a oscuras.
Le hemos visto yo, y un matrimonio, que agacha la mirada cuando pasa el vejestorio, como si se tratara de creyentes que le rindieran veneración y culto. Entran en su coche y marchan al modo que lo hacen los religiosos de una orden monástica. Yo le miro. El me ve, pero no se inmuta. Sigue su camino meando en marcha, con parsimonia, con la exactitud de orinar en el centro de cada baldosa del suelo. Me ha obligado a bajar la vista, como quien hace cumplir bien los deberes de una religión o el buen comportamiento obligado.
Paso de él, y me acerco al coche de mi “parienta” a coger las bolsas de las compras realizadas en Hipercor y Continente. Antes de regresar a casa, miró a lo lejos y ya no se le ve al señor de la Tizona de poco más o menos, “Mío Cid prostático”, señor comunero del mear, que puso su titulillo de cerdo en el centro de cada baldosa, unidas por un hilillo pequeño, conservando el carácter feudal y querenciosos del hombre, después de pasar del Centro de Día a la Avenida de Cantabria, donde se pierde, alejándose poniendo una esquina por medio.
Daniel de Culla